01 junio 2014

Arquitectura para todos - Césped VS. Concreto - Urbanismo, ¿Porque solo nos vendieron la mitad del libro? - Cynthia Pérez



Son las 6 p.m. , y aún hay sol. Como buen fin de día laboral, las calles comienzan a llenarse de personas que salen de trabajar, deciden dar una vuelta, o de los muchos vecinos que sacan a pasear a sus mascotas. 

Todas ellas bien amarradas a sus dueños, algunas incluso con bozal. Es el momento de salir a caminar, dar la vuelta a la manzana o de buscar algún parque cercano, si es que hay tiempo.



Entonces miro al piso y me río, es que aquí los perros, miccionan en la vereda. Algo tan pequeño, insignificante, e incluso tonto; me recordó a los cientos de cuadrados verdes de Lima, esos con árboles pequeños y alguna varilla que lo ayude a sostenerse. 

Esos cuadrados que muchas veces están más llenos de basura que de césped, pero que seguimos regando religiosamente a la espera que el “milagro verde” se dé. 

Recordé la habilidad de nuestros municipios de generar espacios, a manera de retazos, dentro de las bermas o veredas; unos espacios tan minúsculos y con tan poco aporte que solo los perros terminan apreciando en sus caminatas.

Hace más de un año, me encontré con un artículo en el comercio; en el cual el ex alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, hacía referencia a la importancia de las veredas.

El articulo decía,” Yo diría que la vereda es el ingrediente más importante de una ciudad civilizada. En términos de infraestructura, lo que diferencia una ciudad avanzada de una atrasada no es que haya autopistas (hay muchas ciudades de África con autopistas y la gente no tiene ni agua), ni tampoco son los metros. 

Lo que sí hace diferencia es la calidad de las vereda.” Y por fin lo entiendo. Las veredas no solo deberían ser accesos que nos permiten llegar de un lado a otro; sino también deberían ser canales que nos reciben, nos albergan, nos dan reposo y nos dejan interactuar con nuestro entorno.




Hoy, tiempo después de leer esto, me encuentro en Barcelona, una ciudad que para muchos es el sueño urbanista de lo que debería suceder en el mundo; para otros
(sobre todo en la actualidad) es un caos urbano, que alguna vez fue ideal, pero que ahora es víctima de un turismo descontrolado que enriquece a pocos y ha sabido destruir la
calidad de vida de su gente local. 

Pero esa ya es otra historia. Lo increíble de esta ciudad no solo está en sus icónicos edificios de Gaudí, o las cientos de figuritas de sevillanas, que nos venden en la tienda de souvenirs. 

Barcelona es magnífica por ser una ciudad pensada para el peatón, para su calidad de vida y desarrollo
como persona dentro del entorno.



Pero, ¿Cómo es que llegaron a esto? ¿Cuál es la fórmula mágica a seguir? ¿Sera que cuentan con mayor espacio? Pues no, es todo lo contrario. 

Según el IDESCAT (Instituto de Estadística de Catalunya), Barcelona tiene una densidad poblacional de 15.903,5 hab/km2 en sus escasos 101.4km2, es decir es pequeñita, y se encuentra perfectamente densificada. 

La ciudad ha sabido crecer y respetar alturas, maximizar espacio y aportar lo suyo a su gente. Han sabido diseñar en base a lo que tenían, mirando a futuro y comprendiendo que su modo de crecimiento debía de venir a la par de un plan de desarrollo urbanístico. 

Este plan, que incluso no llego a completarse en su totalidad; tuvo siempre dentro de su visión, el respeto a las áreas verdes, la importancia de las áreas de esparcimiento y una visión clara hacia donde debería apuntar el desarrollo de Barcelona.




Debemos tener claro que todo esto no se consigue llenando de césped la ciudad; sino con un plan. Un plan de trabajo integral, con miras a futuro, que aproveche el espacio disponible al máximo, optimice áreas, cree espacios públicos de verdadera calidad. Un plan que básicamente sepa donde se deben plantar los árboles y donde llenar de concreto.

Porque lo que aunque no lo crean; lo que nos hace falta a nosotros es concreto!


Eso es, CONCRETO. Pero me refiero a un concreto correctamente ubicado y diseñado; a modo de veredas, ramblas, pasajes, túneles, pistas o subterráneos que sepan guiar a su población y turistas por toda la ciudad. 

Es todo este concreto bien diseñado, que hace toda la diferencia. 

El saber ubicar los diversos elementos arquitectónicos y urbanísticos por donde se necesita; ya sea soterrando vías y convirtiéndolas en ramblas, cerrado calles para peatonalizarlas, o implementado veredas de todos los gustos, anchos y colores; aporta un valor, muchas veces, intangible. 

Su buen uso consigue, además, un efecto de amplitud, libertad y desarrollo para el espacio público.

No suena tan difícil, verdad. ¿Entonces qué le pasa a nuestras ciudades? Lo que sucede es que a nosotros nos vendieron solo la mitad del libro. 

Parece que solo tenemos los capítulos de áreas verdes y césped, pero no el veredas y bermas; y mucho menos las conclusiones sobre la importancia de la integración de todos ellos. Nosotros aun no entendemos que instaurar un parque gigante con letreros de “NO PISAR EL CESPED” no es desarrollo. 

Eso no mejora nuestra calidad de vida, la empobrece. No entendemos que se nos ha enseñado a mirar el  césped, pero no a tocarlo, vivirlo y mucho menos disfrutarlo. 




El césped no es el único ingrediente para desarrollar un espacio público de calidad. Es más, en muchos casos, y sobre todo a falta de m2., poner césped significa quitar espacio público útil. La Plaza Catalunya es mi plaza favorita; pues en ella hay espacio para todos. 

El césped y los arboles grandes se encuentran ubicados de manera periférica; protegiendo a los usuarios de la bulla de la calle. 

En esta plaza, al ingresar a la explanada central, eres capaz de sentir paz, olvidarte del bullicio y disfrutar de gente sentada en el suelo, los turistas tomándose fotos, caminar a lo largo de la pileta, con ese inigualable sonido de agua cayendo, reir de las palomas sobrealimentadas e insistentes, que esperan las semillas de los niños; o puedes,
simplemente, decidir sentarte como la gente en la foto; a los pies de La Diosa (escultura de Josep Clarà) y el monumento dedicado al presidente Francesc Macià, y comer muy tranquilamente tu refrigerio.

Los ejemplos no solo se encuentran en las grandes plazas; las calles en los barrios de Gracia o el Born nos muestran increibles ejemplos de espacios públicos de calidad; y todo ello dentro de una escala a nivel de barrio. 

Estos barrios no cuentan con grandes instalaciones, imponentes museos o parques; pero si, con una infinidad de plazuelas en las que la gente sale por la tarde a conversar, reunirse, comer algo (en una banca o en alguna terrazilla) o simplemente para sacar a los niños a jugar.

Porque aunque no sean “aparatosamente verdes”, estas plazuelas tienen un inmenso valor como espacio publico; y es en ellas, donde los vecinos y muchas de las personas de esta ciudad viven su vida cotidiana.

¿Cómo es que nos hemos equivocado tanto? 

Lamentablemente, el crecimiento desordenado y exponencial de nuestra ciudad no nos ha permitido detenernos y escuchar a nuestra gente.


Simplemente optamos por mirar arriba e implementar ideales americanos a nuestra sociedad. La prueba mas simple; quien nos inculco a pensar que una casa con césped grande es lo mas desarrollado? Porque es mejor aislarse que salir y compartir?

Porque es mejor estar en casa, que andar jugando en la calle? Sucede que nosotros no solo tenemos la mitad inicial del libro, sino que lo cogimos de una librería en Estados Unidos!

Nos vendieron la idea de la casa americana, protegida con una inocente valla de madera blanca. Y que hicimos de esta imagen? Patios minúsculos dentro de las casas y edificios, cercados por rejas altas y electrificadas. Muy bien, cogimos el libro a medias, y ni pudimos copiarlo.

La solución, de nuestras carencias de espacio publico, no se encuentra en copiar libros e imágenes bonitas; la solución esta en la calle misma. Basta solo con observar como reacciona la gente a ciertos espacios, plazuelas, veredas o
ramblas para saber lo que funciona o no. Los espacios no son todos iguales, ni tienen la misma escala; y sobre todo, la población no es la misma, por ende no reaccionara igual.

Debemos entender que algo que “se ve bonito” no es necesariamente útil, es hora de aprender a ser observadores, ver opciones, comprender usos, desarrollar y plantearnos escenarios; debemos innovar y no copiar; debemos ser realistas con lo que proponemos y saber si diseñamos para el confort de nuestras mascotas o el nuestro.


Cynthia Pérez

Universidad Ricardo Palma
Bach. Arquitectura


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